Quinto Cicerón
aconsejaba a su hermano Marco Tulio Cicerón en una epístola sobre
cómo ganar las elecciones. Esto ocurría en una República
mortalmente enferma que Julio César enterraría al cruzar el
Rubicón. Nada nuevo hemos descubierto, en su
Commentariolvm Petitionis o Manual del Candidato todo
nos suena muy actual. Empieza de esta guisa: “Lo primero que debes
tener en cuenta es dónde estás, cuál es tu objetivo y quién eres
y, a diario, cuando te encamines al Foro, has de repetirte: “Soy un
advenedizo, quiero ser cónsul y esto es Roma” (novus sum,
consulatum peto, Roma est),
que no es mal razonamiento, no en vano el que así escribe ya estaba
forjado en estas lides. Había tráfico de influencias, pues cita.
“asegúrate de que todos los que estén en deuda contigo se enteren
que ahora es el momento de devolver tus favores y que los que quieran
hacerte un servicio comprendan que no encontraran mejor ocasión para
ganar tu agradecimiento.”
Aunque la República romana ya era una
democracia que en algunos aspectos superaba a las actuales, no todo
era como ahora. Por eso, cuando trata sobre la campaña electoral se
puede leer citas como éstas: “la campaña electoral demanda dos
tipos de actividades: hay que ganarse primero el apoyo de los
amigos y luego, la buena voluntad del resto de la gente. La
colaboración de los amigos se cimenta en favores mutuos, en trato
prolongado y constante y en afabilidad y cortesía. Pero ten en
cuenta que la palabra amigo tiene un significado especial en
política[…] Ahora es el momento de recordarles la deuda que tienen
contigo, de convencerles de que no habrá mejor ocasión para
devolver aquellos favores y, con el recuerdo de tus buenos servicios
y las promesas de futuros beneficios, animarles a que tomen parte
activa en tu campaña. En general, como tu mayor ventaja son las
amistades ganadas en los tribunales, asegúrate de que todos los que
te deben favores reciban un encargo concreto y de que comprendan que
no les has pedido nada antes porque reservabas su buena disposición
para ahora […] hay que pedirles su voto y hacerles entender que, en
el futuro, serás tú quién les estés en deuda”.
Si crees que en la
actualidad los políticos hacen cosas inéditas en campaña
electoral, no es nuevo, porque “una campaña electoral tiene al
menos la ventaja de que permite decir y hacer cosas inconcebibles en
situación normal y de que, incluso, está bien visto mezclarse con
individuos cuyo trato sería impropio o vergonzoso en otra situación.
Te aseguro que si no haces eso (y cuanto con más gente, mejor) se
pensará que no te tomas en serio las elecciones [...] tienes que
procurar ser visto a diario rodeado por gentes de todo tipo,
condición y edad, porque muchos inferirán de ahí la fuerza de tus
votos en el día de la elección. Tu popularidad se medirá por el
número de los que visiten tu casa, por la multitud que baje al Foro
contigo y por la cantidad de gente que te acompañe a todas partes.”
En la política de Roma no había rivales, había enemigos:
“Hasta ahora me he ocupado de la ayuda de los amigos pero no debo
omitir que esto requiere precaución, porque el mundo está lleno de
simulación, falsedad y traición. No creo que sea el momento de una
larga discusión sobre cómo distinguir el trigo de la cizaña y
deberán bastarte unas breves advertencias. Es tal tu personalidad
que muchos se ven obligados a simular deferencia cuando lo que
realmente sienten son celos; recuerda, pues, la afirmación de
Epicarmo de que la esencia de la sabiduría es “no confiar
demasiado” y a medida que vayas creando tu grupo de partidarios,
irás también descubriendo quiénes son tus enemigos y detractores y
como se las gastan. Serán las personas que te guardan rencor, la
gente a la que, sin razón, no les simpatizas y los amigos de tus
oponentes.” Por no hablar del uso de las “juventudes del
partido”, pues cita “el entusiasmo de los jóvenes a la hora de
buscar y ganar votos o cuando haya que reunir gente, anunciar tus
programas o disponer de una comitiva es muy importante y te
proporcionará una gran popularidad.” El marketing no se
descuidaba: “estar siempre en el candelero es indudablemente
necesario, pero los beneficios de una continua presencia no vienen
sólo de ser bien visible en Roma y en el Foro sino de no olvidarse
jamás de pedir los votos”, además de que “si accedes a lo que
te piden, debes dar la impresión de que te empeñaras en ello
encantado y con todas tus fuerzas. El reverso de la moneda es más
difícil, porque le va mejor a tus circunstancias que a tu carácter:
cuando debas negar algo, tienes que hacerlo amablemente o, mejor
aún, no negarte en absoluto. Lo primero es lo que hace la
gente honesta, lo segundo es propio de políticos avezados.”
Y esto nos lleva a la publicidad, “a la que debes prestar la mayor
atención. Los puntos fuertes de la campaña son los que ya he
mencionado: tu fama como orador; el favor de los contratistas
públicos y de los Caballeros romanos; que caes bien a los nobles y
resultas atractivo para los jóvenes; y que tienes el apoyo de todos
tus antiguos defendidos y de muchos grupos de provinciales.
El objetivo es que se
diga —y estén convencidos— que conoces bien a la gente, que
pides su voto cortésmente, que no te cansas de pregonar tus ideas,
que eres amable y liberal, que tu casa se llena con gentes de toda
condición aún antes de que amanezca, que tus palabras satisfacen a
todos y tus actos a la mayoría, y que obtienes todo lo que está
alcance de tu laboriosidad, ingenio y constancia.” Y si
crees que ahora los candidatos esparcen estiércol, mira cómo las
gastaban “debes procurar que estas elecciones resulten un gran
espectáculo popular, con la mayor brillantez, esplendor y despliegue
de medios que esté a tu alcance y que, de ser posible, se hable de
todo lo infamante, ilegal, deshonesto o corrupto que pueda haber en
la personalidad y en las costumbre de tus oponentes.”
Así fue y así es la política. Y parafraseando a Trotsky cuando
citaba la guerra, aunque no te interese la política, a la política
le interesas tú.
Fuente: El Arte de la
Estrategia
Para el texto en latín:
http://www.thelatinlibrary.com/cicero/compet.shtml
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